domingo, 7 de septiembre de 2014

Restaurando la bañera

Por circunstancias de la vida que no vienen al caso soy la afortunada y orgullosa propietaria de un velero de 33 pies, antiguo, hermoso y con ganas de que lo cuiden y de que naveguen en él. Por mi no va a quedar, que más quiere el ciego que ver.
Sólo diré que su anterior propietario era tan vago y desastre que prefirió pagar para que se lo sacaran de encima y no tener que estar pendiente del barco.
Dios le da pan a quien no tiene dientes, dice el refrán. En este caso, acierta de pleno.
El velero es de fibra pero en la bañera tiene unas piezas de madera donde están los asientos y encima de los tambuchos de popa. Un detalle para hacer bonito.
La madera estaba tan deteriorada que cuando te sentabas en el culo se te clavaban las astillas a través del pantalón. Bastante incómodo, la verdad.




Había que hacer algo, así que, armada con guantes, una trencha y un martillo, empiezo a desprender el trozo del tambucho de popa de babor, el que ya tiene una esquina levantada.



¡Qué fácil, está chupao!. Sale casi entero pero .... no, nada es fácil en esta vida. Es un espejismo. Después de retirar un trozo, el resto se resiste. El puñetero está tan pegado que nada, venga martillazos y mandobles y sólo se desprendes unos retalitos.



Tengo que ir con mucho cuidado porque si le pego fuerte me puede saltar la fibra a la que está adherida la madera. Sudo, me canso, blasfemo y sigo. Pum, pum, pum. Las manos me duelen, la espalda protesta, sudo, tengo calor, quiero parar, pero soy tozuda, muy tozuda. Tardo casi dos horas en despegar la madera por completo, con algún raspazo en la fibra que tendré que reparar más tarde.





Dios, aún me queda todo por hacer, voy a tardar un día entero en quitar todo el resto.
Pero no hay otra, si no empiezo no acabo.
Lo hago en varias tandas, en mi tiempo libre y cuando la meteo es clemente conmigo.
Y después de mucho martillear, la madera vieja ya no está.







Pero ahora queda el pegamento, que debe de ser el que usan en la NASA para pegar los cohetes. No hay Dios que lo despegue. Pruebo con disolvente, nada. Pruebo con una cuchilla, nada. Pruebo con la trencha, nada. ¿Qué puedo hacer?. Eureka, coño este trozo sale casi entero. ¿Qué ha pasado?. Pues que a Lorenzo le ha dado por salir y ha calentando la fibra y el pegamento. Como no temgo pistola de calor se me ocurre usar un secador de pelo para ir calentando por zonas.
Y funciona, golpe de secador, golpe de trencha. Y así va saliendo casi todo.




Con masilla de dos compontente que tenía para unos desconchones, voy tapando algunos socavones que inevitablemente se forman, a pesar del cuidado que pongo en los golpes. Queda perfecto, la madera nueva tapará todo y no se notará.
Después de mucho mirar y preguntar, encargo unas láminas de teka ya pegadas y cortadas a medida.
Llegan a casa, no sin algún incidente en el transporte, ya que las enviaron a Carmarles por error.
Las pego encima de la fibra ya limpia y calafateo los bordes para que quede niquelado. Cinta de carrocero, buen puslo, poco viento y paciencia. ¡Mira que mancha la puñetera Sika!. Ni con guantes, tengo las manos negras.
Resultado espectacular. Al Siddharta le hemos sacado unos añitos de encima.








1 comentario:

  1. Vaya, te ha quedado de lujo. Ahora sólo te falta el suelo de la bañera :)

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